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60: Por encima del sábado…

Un grupo de «griegos», probablemente paganos, se acercan a los discípulos con una petición admirable: «Queremos ver a Jesús». Cuando se lo comunican, Jesús responde con un discurso vibrante en el que resume el sentido profundo de su vida. Ha llegado la hora. Todos, judíos y griegos, podrán captar muy pronto el misterio que se encierra en su vida y en su muerte: «Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».
Cuando Jesús sea alzado a una cruz y aparezca crucificado sobre el Gólgota, todos podrán conocer el amor insondable de Dios, se darán cuenta de que Dios es amor y sólo amor para todo ser humano. Se sentirán atraídos por el Crucificado. En él descubrirán la manifestación suprema del Misterio de Dios.
Para ello se necesita, desde luego, algo más que haber oído hablar de la doctrina de la redención. Algo más que asistir a algún acto religioso de la semana santa. Hemos de centrar nuestra mirada interior en Jesús y dejarnos conmover, al descubrir en esa crucifixión el gesto final de una vida entregada día a día por un mundo más humano para todos. Un mundo que encuentre su salvación en Dios.
Pero, probablemente a Jesús empezamos a conocerlo de verdad cuando, atraídos por su entrega total al Padre y su pasión por una vida más feliz para todos sus hijos, escuchamos aunque sea débilmente su llamada: «El que quiera servirme que me siga, y dónde esté yo, allí estará también mi servidor».
Todo arranca de un deseo de «servir» a Jesús, de colaborar en su tarea, de vivir sólo para su proyecto, de seguir sus pasos para manifestar, de múltiples maneras y con gestos casi siempre pobres, cómo nos ama Dios a todos. Entonces empezamos a convertirnos en sus seguidores.
Esto significa compartir su vida y su destino: «donde esté yo, allí estará mi servidor». Esto es ser cristiano: estar donde estaba Jesús, ocuparnos de lo que se ocupaba él, tener las metas que él tenía, estar en la cruz como estuvo él, estar un día a la derecha del Padre donde está él.
¿Cómo sería una Iglesia «atraída» por el Crucificado, impulsada por el deseo de «servirle» sólo a él y ocupada en las cosas en que se ocupaba él? ¿Cómo sería una Iglesia que atrajera a la gente hacia Jesús?

(José A. Pagola. Eclesalia, 25 de marzo de 2009)

Sirva este texto como lectura previa a una reflexión posterior. Llevamos repitiendo a los chicos y chicas del colegio en el que hago prácticas que lo principal del misterio de la Pascua es la Resurrección. Ayer mismo (hablo de 2º de Primaria) se les pedía que dibujaran una escena de varias del libro, pero se les especificaba que no se detuvieran en las ‘tristes’, en las de la cruz o el camino del calvario, que eso no era lo que Jesús quería.
Nos encontramos con un joven que muere «para que tengáis vida y la tengáis abundante», según sus palabras. Pues bien, en este país nuestro, el acto central de la Pascua (que, al contrario que en los demás países europeos, nosotros llamamos Semana Santa) es la procesión del regodeo en la sangre y el sufrimiento, las capuchas, las cruces enormes (cruces sin Cristo) cargadas a hombros, los pies descalzos, el dolor de hombros, los tambores y trompetas marciales…
Amo Valladolid, y su Semana Santa es, artísticamente, la más importante del mundo, por la calidad de las figuras que sacan a procesionar. Siempre digo que mi corazón y el de buena parte de pucelanos y pucelanas laten al ritmo de esos tambores. Me encanta.

Después están las salidas del tiesto. Pienso que los cristianos debemos estar en contra de la reforma de la regulación del aborto que quiere el Gobierno, amparándose en favorecer la situación sanitaria de las mujeres que se ven en esa triste situación. Esto es una cosa. Otra cosa bien distinta es que la jerarquía de la Conferencia Episcopal (jerarquía de la jerarquía) se esconda detrás de esto para hacer política, como la llevan haciendo los últimos 5 años, para atacar al Gobierno y a determinada ideología, e intentar que los que comulgan con ella se sientan fuera de la Iglesia e, incluso, condenados.
El aborto es una tragedia, es una tragedia para las mujeres que lo realizan, es una tragedia para la humanidad que haya gente que se vea abocada a esa situación. No es un placer para nadie, y hay que asegurarse que quien se vea obligada a eso lo haga en las condiciones más seguras. Hace 25 años que España reguló el aborto, para tres determinados supuestos que, sin quitar un ápice de gravedad al aborto en sí, son bastante lógicos.
Gobierno e Iglesia tienen que hacer lo posible para acompañar a las mujeres que se ven en situaciones tales como violaciones, peligro para su salud, para la del feto, etc. Proponer soluciones, no quitarse el problema de en medio diciendo «NO AL ABORTO» u «ABORTO LIBRE» sin tener en cuenta que detrás de todo esto está la vida de las personas.

Esta ley nueva es cafre. No hay más calificativo.
La campaña de la Iglesia es estúpida, y nada pedagógica. No nos preocupamos por explicar por qué decimos y creemos en la negatividad sustancial del aborto, pero es que tampoco mostramos la menor sensibilidad hacia las mujeres que viven esa tragedia (hace pocos días veíamos como un obispo brasileño excomulgaba de manera inmediata a la familia de una niña de 9 años que había abortado tras haber sido violada por su padrastro). En fin.
Y volviendo a las cofradías, ahora debaten si llevar lazos blancos o no. Claro que son libres de mostrar su opinión, pero no sé si es el lugar propicio, si esto no es convertir una procesión en una manifestación…

Y el segundo episodio que me ha llevado a desahogarme sin orden ni concierto ha ocurrido esta mañana. En Valladolid, la Semana de Pasión se abre con un pregón. Es la semana más importante del año en Valladolid, y al acto acuden autoridades civiles y eclesiásticas muy significativas. Este año, el elegido (según tengo entendido, lo elige Alcaldía de una terna presentada por la Junta de Cofradías) es el escritor ‘vallisoletanísimo’ Gustavo Martín Garzo, creyente, de una sensibilidad sentida, vivida y transmitida través de sus páginas. Según sus palabras, el pregón va a estar enfocado a hablar del que dice que ha sido el libro más importante de su vida: la Biblia.
Parece ser que hace unos meses fue entrevistado por El País y esa entrevista debía contener alguna crítica a la Iglesia. Son muchos los creyentes que criticamos a veces a la jerarquía, y eso no nos invalida ni nos deja fuera de ella. El caso es que aquí nadie, ni el Arzobispo, ha dicho nada. Pero hete aquí que dos cofradías, la Preciosísima Sangre y La Piedad, han decidido no acudir al acto por no se sabe aún qué razones. El Alcalde, Javier León de la Riva (PP) y el arzobispo Mons. Braulio Rodríguez, por supuesto, acudirán a este acto que este año se realizará ante el Santísimo Cristo de la Luz, paso principal de la Hermandad de la Universidad, en cuyo Rectorado descansa.
Por cierto, que la Junta de Cofradías de Valladolid ha decidido no externalizar mediante lazos blancos el rechazo a la reforma de la regulación del aborto.

El caso es que estos anuales cristianos llegan ya a opinar sobre quién merece y quién no creer en Cristo.

Más allá de la cruz: la vida, la muerte y la resurrección de un Dios que se hizo hombre para poner siempre a los hombres y las mujeres por delante de leyes y normas. Por encima del Sábado…